Un pececito de mar, desde ayer,
no quiere nadar y menos comer.
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Ese pececillo anda con recelo
después de haber visto un triste señuelo
que atravesado en un filoso anzuelo
lo ha dejado inmerso en gran desconsuelo.
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El pez ya sabe que si se descuida
tarde o temprano perderá su vida.
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El inquieto pez no quiso volver
a la vida del mar sino al riachuelo,
donde todo peligro se le olvida.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela