He pensado en dejar de escribirte
pero no puedo…¡no sé! ¿Por qué no puedo?
Me lo impido tal vez o es un miedo
de dejar de nombrarte -de decirte-
es quizás por la noche el claro de tus ojos
que más cafés son, cuando los miro,
o al mirarme son brisa, son suspiro,
que derrocho callado a mis antojos.
O… es la caricia que a mi piel se adhiere
o al esconderse tu beso tras mi boca;
o el deseo brutal que me sofoca
al saber que tú misma me sostienes.
Yo no sé si es maldad –porque te quiero-
tal vez tu cuerpo en mis manos se deshoja,
pero no puedo dejar de escribir sobre la hoja
¡que fue amor…! La herida de mi pecho.