Tan absurdo como un condenado a muerte
con un reloj de pulsera.
Tan icongruénte como un valiente cazador
con una exacta lupa.
Tan alocado como atravesar el estrecho de
Magallanes en chalupa.
Tan despistado que quería ver la Bella Durmiente
en la Cueva de la Canastera.
Tenía un reloj para nada en aquel país
nadie tenía prisa.
Tenía un gusto raro pues se divertía en
los velorios.
Como era una marquesa en ruinas se vestía
con abalorios.
Aquella mujer era tan amable que ni muerta
perdió la sonrisa.