Con aroma de jazmines en rosas carmesí,
Con suave color de fresco prado,
Sobre ardiente valle de sombras,
Como ligero arrullo de ruiseñor,
En noche de luna secuestrada,
Así eres tú, mi niña mujer,
Diferente y afortunada.
Eres roble sembrado sobre arena lejana,
Y hiedra parda en caricias de palmas,
Eres la luz que se esconde, cuando la luna se apaga,
Y aquella mirada tierna, cuando te busca mi alma.
He sembrado desde mis manos,
Sobre la tierra que tú pisaras,
Y en cada surco de mi alma,
Una semilla de amor casi brotada;
Escribir,
Que las palabras, son pura fantasía del Alma,
Escribir,
Que el amor es nada, sin esa magia que tú nos regalas,
Escribir,
Para ti en silencio, como cada mañana,
Pensándote, queriéndote,
Amándote con las entrañas.
Dicen que el Amor lo es todo… o no es nada,
Y dicen que quizás los sueños,
Encierran más de una palabra,
Pero pensarte en silencio y a gritos,
Es llorar sin miedo y con ansias,
Ansias de amar el sonido, de tus dulces palabras,
Y soñar con ser la sombra, de tus miradas,
Ansias de tomar tu mano, en madrugada,
Andando de pies descalzos, por una calle empedrada,
Ansias de ver el mismo cielo,
Con que habitas tu propia Alma,
Y respirar de tu silencio, aquel de cada mañana.
Dicen que el Amor es extraño,
Porque ama aún en la peor distancia,
Y dicen que fuera más triste,
No amar y perder, sin haber tenido nada.
Dicen que el Amor lo es todo… o no es nada,
Como yo amándote en silencio,
Aquí, desde el fondo de mi Alma.