Como quisiera que esas tardes fueran eternas,
cuando la princesa de la tristeza
sacaba de su pecho la fría latiente roca roja,
dejando ver la luz a sus tenebrosas entrañas.
El océano de mis ojos se derrama por la arena de mis mejíllas,
al ver su cara dulce perdida en la oscuridad perversa.
Eternas las flores que caían por sus hombros.
Escondida en una pequeña torre de enmarañado cabello,
cayendo a la fantasía, torturada por su hiriente realidad.
Como quisiera detener esos minutos,
cuando el sol se derramaba sobre su atormentada alma,
dando vida a sus hermosas rimas.
Tanto que quisiera hacer,
deshacer la armadura de papel en tu mirada,
quitar la pesada espada de tus escultura rosa.
Me duele el pensamiento oscuro
al saber que lo único que tengo son palabras,
ni un ejército para proteger tus lágrimas de cristal
ni valentía para desafiar las críticas del dragón.
Sólo palabras para luchar,
princesa de la tristeza,
porque mis letras siempre fueron tuyas.