¡Ella, mi mulata, es la inefable seductora de valles, hombres y caminos!
¡Ay, ella todo lo que toca y algarabía encanta
y, encanta también, con su verano cuerpo y timbre peregrino!
Y, sin rodeos ni precipicios, sus triunfantes labios tatúan los míos…
«Ahora, declare papi: ¿Quién es la exigente?
¿Ay, quién es la conquistadora?», me interroga.
«¡Ay, usted mami, sólo usted, mamacita!», le replico.
…
¡Ah, sus hinchados labios se vierten
a los míos en son de caravana y, pronto,
mi dorado falo su rosado vientre clava!
…
¡Ah, cómo se vuelven sus senos
y glúteos, en nuestra unión mestiza!
¡Ah, mami, usted es toda una seductora
tropical, ajá, con mi medicina!
¡Ay, es una culebra elegante y una ardiente pantera!
Ah, su gran melena negra
y viva piel canela…
¡cómo me sosiegan!
¡Ay, cómo me enmielan!
¡Ay, sus radiantes ojos y placidos labios!
¡Ay, su lengua madreselva experta pura y sanguínea!
¡Ah, sus alegres glúteos y dorados senos cómo rebotan y palpitan!
¡Ah, mi morena, qué alegría!
¡Ay, parecen tambor! ¡Toda ella está encendida!
Así… así, ¡nunca terminemos, mi amor!
…