Cuando la noche llega
y las hadas se esconden,
parece aún más difícil distinguir entre la vida y la muerte.
Mi alma débil
presa del pasado,
me encadena a la amargura,
al descubrir que no sé qué quiero.
Sentada espero la calma,
con las auroras opacas,
que esa nostalgia vuele con el viento.
Me perdí en el bosque lúgubre
en busca de las estrellas,
de una esquirla de luz
y lo único que logré
fue enredarme en la oscuridad densa.
Ese deseo de dejar de respirar
visita mi mente cada ciertas horas,
cuando mis ojos se desubican
y mi corazón se aleja.
La vida sigue y los minutos corren,
habrá tiempos mejores,
pero por ahora, la tormenta sigue.