Estúpido.
Una de las formas que él tenía de protegerse del gran mundo es buscar una explicación. Esto siempre resultaba ser cosa fea, bañada de malestar. Encontrar en su vocabulario, que no es abultado, unas combinaciones de palabras que describan lo que estaba sucediendo.
Al darse cuenta de esto intentó poder profundizar en sí mismo, dentro -muy adentro- de ese trámite continuo. Como si fuese un nuevo nacer. Lograr que, en el acontecer de lo que acontece, poder estar ahí con una libreta en la mano anotando y analizando lo que, por otro lado, él mismo estaba haciendo casi sin saber; de fábrica.
Le pareció ver que su malestar era antecesor a todo tipo de palabras, por lo menos en ese presente que transcurría. Primero se sentía mal y después buscaba ahí afuera, o allá adentro, algo que justificar o algo que justifique aquél dolor.
El trasfondo de este trabajo contínuo era su creencia de que con sus poquitas palabras era capaz de encontrar un sentido absoluto, la gran verdad de aquello que acontecía en ese presente universalmente infinito. Esta estupidez le resultaba estúpida, y el resultado era: él sintiendose un estúpido. Camino natural, quizás. A partir de ahí él podía empezar a ensayar todo tipo de viaje al pasado, intentado culpar a sus criadores de haber hecho de él un ser estúpido.