Mi deseo más oscuro fue vestirte
y los serenos idílicos se enseñaron de tus bailes.
Seguiste las comarcas, convatiste al aroma con tu aroma,
¡Ay, cronica del cielo y la herida!
De mi amor una vez supiste, era verano...
en verano las aves se llevan las memorias
y también la brisa ahogada de los molinos
pero nada quitó el milagro de tu manos.
Tras un beso índole se me fue la calma desplomada,
ahora es el silencio, la mañana, el purgatorio,
quizás también mi hora que sube a ti como creciendo
ahí lenta busca más tiempo. Se muere mi hora.
Sobreviven de mi los dias ¡será el milagro, no!
son las horas mías con esperas ancladas,
es la voz mía pérfida sobre una marea que ciclostila
pero el milagro no, es ajeno tras la tarde de osadía.
Ante la memoria tú abrirás las manos
y aún bailarás con opulencia ante los lauros;
pero no digas, no me acuses, no me nombres,
ni tampoco digas que soy poeta.
No bailes con la paranoia de mis asedios.
De mi amor una vez supiste...era verano,
en verano las aves también se mojan los pies
tras un malhumorado cariño y un rescoldo amor.
¡Pero no digas, no me acuses después!
dime, si todavía eres el milagro, que me estoy muriendo,
que de tanto morir, olvidé que me moría.
Ahora es el aura, el umbral, la cronica.
En esta hora, Esmeralda, se aloca la luna
o tal vez en esta misma hora de retazo
sostienes tu rostro con esas manos cansadas de ti
y alejas mí nombre de tus labios
pero a esta hora la vida cansada se parece a ti;
no te apuras a mi.
Dime, si todavía eres el milagro,
que no me estoy muriendo
pero no me nombres
tampoco digas que soy poeta.