Nos parecen normales los vaivenes. Aceptamos, miramos y no vemos.
Seguimos, permanecemos, dejamos pues al azar hacer lo que conviene.
El tiempo corre, ¿sabes?, como en un reloj de arena.
Se escurre y cambia. Se invierte, se turba y se mueve.
Se disgrega, se entrega, pasa de nuevo pero al revés,
todo está mezclado. Esta vez nada es tan claro.
El norte y el sur se entreveraron. Se decantaron
los años. Se entrecruzaron los conceptos,
y cuanto más arena precipita
menos tinta queda en el
tintero.
No sé si
esta vez, zamarrear
quiero mi reloj, o tumbarlo, como
al rey de una partida de ajedrez y darme
por vencido o pedir tabla. Pues la verdad, que a
esta altura, ya es lo mismo. Voy a agachar la cabeza
y aceptar que alguna vez gané, pero esta la he perdido.
Ya más no puedo hacer, preferiría cavitar en el olvido de
tu ser, que padecer este suplicio de verte y que no estés.
Cuando la fina arena termine de caer… sólo habrá calma y al parecer, cabeza abajo.
Si volteamos el reloj, la historia comenzará otra vez. Pero esta vez, ya no es lo mismo.