Sacudían la tienda los colistas,
yo en el medio bailaba bien el son
y cuando vi mi nombre en varias listas
sentí como tronaba el corazón.
Pasaban por allí muchos turistas
y daban sus chancletas y el mantón,
decían: \"Estos son los comunistas
que hacen por doquier revolución\"
Una semana de cola y de pie
no bastó para hacerme de un vestido;
ya en casa hice del anís un té
y un susurro me advierte en el oído:
\"No pierdas la señal…tu linda fe\"
¡Qué cándido un arcángel me ha servido!