Samuel Santana

Razón por la que no estudié

Cuando nací y abrí los ojos,

lo único que vi a mi alrededor fue pobreza.

La casa era un rancho en tablas de palmeras,

techo de cana,

piso de tierra

y trastos rústicos,

entre ellos cuatro sillas de madera

y una tinaja con agua del arroyo.

Mis padres eran ya ancianos:

fui el último de once hermanos.

Todos se fueron a  rodar

por la vida y el mundo.

Construía carritos con

ruedas de javillas

y jugaba con mi perro Negrito.

Para entonces,

comíamos cuando mi padre conseguía

trabajo en algún conuco

o cuando a mi madre la llamaban

para lavar en casas de familias.

En la mayoría de los días,

de las semanas

y de los meses el fogón permanecía apagado.

Yo carecía, además, de zapatos y de ropas.

Fue por eso que solo estuve tres años en la escuela.