No hubo palabras siquiera
en la versión de los ojos
rememorando despojos
de un ciclo de primavera.
La presencia sin la espera
prendió sensores lejanos.
Y ella ocultó los tempranos
temblores que, del encuentro,
iba pariendo de adentro
la memoria de las manos.
Sobre la mano insegura
otros instantes temblaron
y los dedos se anunciaron
sin palpar la compostura.
Se prendió de su figura
con las cintas del regreso.
Y en el párpado confeso
de la obturación despierta
un temblor de mano incierta
juntó el recuerdo del beso.
El temblor le aceleró
los pliegues a la sonrisa
y el detalle de la risa
en el hombre trascendió.
La convulsión que ocultó
mostraba el pasado impreso.
Vistió de ayer el suceso
del presente de las manos
sintiendo tactos lejanos
y se escondió en el regreso.
Con su pulso de cristal
mostró la mano el asomo
y el temblor emergió como
la faz del rubor gestual.
De la mención residual
brotaron sustos tiranos.
Y en los anuncios profanos,
recordatorios de besos,
él le palpó los regresos
de los temblores carpianos.
Como retando al olvido
sostuvo la turbación
y el agarre fue aluvión
de un espasmo sostenido.
En su pasado prendido
se agotaron los desganos.
La memoria de las manos
juntó el recuerdo del beso
y se escondió en el regreso
de los temblores carpianos.