En mi solitario silencio, la calandria
ensaya un olvido de su trino,
se voló su partitura en el otoño,
entre las hojas secas de los fresnos.
Sólo el susurro de las casuarinas
en el cortejo de las tardes cortas,
cuando el fantasma gris
deshoja la tibieza breve de las siestas.
Sólo el paso fugaz, apresurado,
y otro vez este silencio intenso.
Solo en esta soledad intempestiva.
Solo ante la inmensidad de tu recuerdo.
Rosario, 18 de junio de 2003