TE PREGUNTO, TIERRA
¿De dónde vienes tierra, de batallas mil?
¿de soportar tormentas e infortunios?;
tierra de preciada grana
y malezas desbordadas,
cuan irreverente son hoy tus turbios días
declive de tus huéspedes, de tus años.
Cazadores y fieras comen juntos sin hacerse daño
porque son iguales, ambos lacerantes
y tu vientre hendido, lastimoso y parco
vive sus tropeles entre risa simulada y llanto.
¿No puedes distinguir, que ya no luchas?
tus manos congeladas por la burla de los tiempos,
tus castas -reveladas al cimiento de tu planta-
alimentadas y nutridas por los frutos endulzados
de tu savia; tierra de pretéritas mieles,
de leches de sagrada y no apreciada vaca.
Arde sobre tus pies la pisada inquieta
y apurada entre el yerro
y el hielo, a la distancia de un final desdibujado.
¿Ves tierra, que los córvidos y sus pichones huyen hacia el limbo
de las flores que no brotan, sin que sean plantadas;
hacia piedras luminosas no heredadas?.
Tierra; -quizá utópico-, yo te quiero casa mía,
en la rivera de caudalosos ríos y en apacibles ondas de tus mares,
en los pechos renovados de tus cerros,
en esplendentes capullos de esperanzas
y espinas revestidas de un amor magnánimo
y en el león dormido entre sus presas -ya no presas-.
Respetada, asistida y colocada en la cumbre,
en la jerarquía máxima del sentimiento humano.
¡Así te quiero, tierra mía!
con una antorcha de renovada e inmensa lumbre,
celebrando tranquila, próspera, radiante de alegría.
Lebusla
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