Se me olvidaba que la vida es un suspiro
que se nos escapa entre los labios.
Un sentir sin sentido que vive y muere
tan deprisa que solo tú lo hace carne y
tiempo, como el pan con chocolate que se
adivina en mi memoria en las tardes de manta
y aguacero.
Si no fueras mi viga maestra que arrostra temporales,
mi casa sería ya pasto de la desesperanza.
Ayer se me olvidaba que tu vientre sigue siendo
el crisol de mi existencia.
Hoy pruebo otros claustros donde prender mi semilla
cuando la única tierra fértil vive en ti.