Agoto los últimos cartuchos de la esperanza.
Decido moverme de la dichosa barra del bar
que me tiene atado y temeroso.
¡No me importa si me rechazas!, quien no arriesga
no gana (me repito una y otra vez antes de atacar).
¡Hola, me llamo Lázaro!¿ Y tú?
Yo me llamo Carmen, pero llámame mejor Ignorancia,
no me importa en qué trabajas o en qué estudias, estoy
con mis amigas relamiendo una herida de las tantas
que el amor me ha dejado, si vienes a hacerme otra no
te molestes.
Ante esta tarjeta de presentación decido meter el
rabo entre las piernas y volver al seguro cobijo de la
barra.
Cupido me ha castigado de por vida, ¿Habré partido alguna
vez sus flechas rebotadas en vez de devolvérselas?
La próxima vez que me vea las caras con él se lo
preguntaré sin falta.