Quedó sobre aquella mesa
de tertulias ya marchitas,
una taza de café
que siempre estará vacía.
Quedó allí mismo la tinta
sin vertir de su tintero, mientras
escaparon del papel los versos
que tanto de ti callaron.
Y a manera de espectros
aún habitan los recuerdos,
vistiendo con tus labios hoy ausentes
la nostalgia de mi boca.
Quedan demasiadas tardes,
languideciendo a la penumbra
de la soledad que golpea aquella mesa.
Y sangra a veces el alma,
al filo de la melancolía
que resuena en la nota
de alguna melodía.
Mientras el sabor amargo
de aquel último café sobre la mesa,
con su aroma va inundando
a éste amor de su tristeza.
SALO.