Las olas se mecen
al compás de mis suspiros,
esos que amanecen
con el fulgor de tu sonrisa,
con la luz de tus ojos claros
como el marrón de las tierras
desde las que hoy
te escribo.
El viento se queda dormido
en tu pecho
al escuchar la dulce sonata
que entre acordes
emerge en el aliento
de tu boca.
Déjame solamente
mirar este paisaje
una vez más,
para poder recordarte
siempre,
antes de que mis versos
expiren
y el olvido me socave.
Déjame solamente
pensar que este fuego
que por dentro me consume,
es el calor de tus caricias,
el deseo de tus besos,
y no la soledad
que mantiene mi alma
cautiva
en una jaula de lágrimas,
creada por mis propios ojos.
Déjame solamente
hoy, ahora,
decirte
que el tiempo y el silencio
podrán dejar mudas
estas palabras
que ante ti y sobre el papel
se desnudan,
pero no podrán jamás
dejar mudo
el amor que en mi corazón
palpita
y que con tu nombre,
se viste de poesía.