Yo también me visto para que me veas.
Te me presentas, así, azucena,
vestida de luna y agapantos
diciendo: “Para que me veas”.
Te me presentas, así, ¡enhorabuena!,
con una pluma entre las manos
y un calor ardiendo en el pecho.
Así te me presentas.
Te me presentas vestida a lo Perrault,
durmiendo en el claro de mi bosque
esperando mi beso, al que me apuro
antes de que llegue la noche.
Te me presentas, así, como un hada,
acortando el camino con tu magia
esperando que sea tu Anderson,
tu Grimm, tu Perrault; esperando…
¡Yo también me visto para que me veas!
Me presento con total vestidura de azul;
no tienes que llamarme príncipe
ni clamar por el huso y la madeja
ni esperar cien años para que te bese.
Me visto así, con una comba en el sombrero
y unas flores –como antaño- en la mano.
No tienes que esperar: ya te beso…
Aunque solo me hubiera vestido para que me vieras.