De noche, todo es como de plata y humo,
cuando el oro azul del universo se disuelve
entre mil caricias de colores;
entonces, todas las piezas tuyas,
esas que durante el día voy dejando en
cada rincón y espacio de la ciudad,
para marcar el territorio donde me perteneces,
van retornando conmigo a casa,
y se mueven llenas de alegría,
siempre, siempre abrazadas a mí.
Tu boca de cerezas y fuego,
se esconde dentro de mis manos,
y tus ojos, llenos de pensamientos lindos,
se pegan al techo para llenar de paz las habitaciones.
Vuelan, como alas migratorias,
las ropas, desprendiéndose de tu cuerpo,
y surges ante mi olímpica Venus desnuda,
Diana cazadora y Atenea guerrera con un casco de luna.
A tu cuerpo vienen prendidas rosas,
y un montón de canciones para que bailemos,
para que retomemos la liturgia de amarnos
donde la dejamos guardada la noche anterior.
Te escurres a mi lado y compartimos la sábana y el corazón,
me besas, me besas, me besas,
queriendo robarte con los labios,
los poemas que pones dentro de mi garganta.
Y nos quedamos juntos al calor del deseo,
tu cabeza en la almohada de mi pecho,
mis labios, sobre tu frente limpia con sentimientos nuevos,
entre los dos ni el aire, sobre los dos, el cielo.