No me quedan palabras para darte,
razones que esgrimirte que cambien
tu ver y tu sentir.
Solo me queda desearte la luz de las estrellas
que te guíen hacia tu infinito, tu descanso del
guerrero en esta guerra de sentires y pareceres.
El infierno se ofrece a quien quiera escucharlo,
Yo contigo lo escuché, y ahora pago religiosamente
los recibos de la insensatez.
¿Por qué me hiciste esto, por qué yo y no otro?
¡Adios!, solo he venido a cerrar con llave la puerta
de lo nuestro.