Tengo un grito prisionero en mi garganta
Cautivo, sin orificio donde salir.
Sin saber que un día puede reventar,
Sin auxilio, sin voz para pedir.
Esclavo y amo del pecho que le anida
Es que su dueño ama...
A una Amada distante,
Amada morena prisionera del sol
Que la vio en algún verano andante.
El grito, parecido a la tormenta que viene,
Está cerca, y nunca llega, es negra.
Es apacible cuando es lejana.
Es terrible el huracán de viento
Cuando se convierte y visita
Al prisionero del amor solitario.
Tengo un grito cautivo en mi pecho,
Es volcán de lavas ardientes
Corriendo en las pendientes
De los senos floridos quemándose,
formándose rosas rojas enlazándose
Entre su olvido e indiferencia
Es un volcán ardiendo en amor,
Nunca tan furioso y tan lejano
Cuanto mas cerca está el ocaso
Del los verbos hecho poemas,
De los días hacia el olvido.
No se si debo mezclar el grito,
La tormenta para arrasar todo,
el volcán para quemar y echar fuego.
Añado el maremoto de mis ansias
para mover el suelo que pisa.
Y todos juntos, clame a la amada del sol
Que vierta en mis labios el almibar,
en mis ojos la luz de sus labios,
en mis días la inocencia de su vos
y trace la frase sagrada: “te amo”