Mis manos te arrastran hasta el portal vacío, que en silencio acompaña nuestra aventura...
Sin pensarlo dos veces, te empujo contra la pared de ladrillos fríos, y apoyo con vehemencia mi cuerpo entero contra el tuyo.
Nos besamos, sin pensarlo, sin preguntar... hemos caído presos de nuestras pasiones, y ellas nos han desbordado.
Mis manos se apoderan de tu cuerpo, con violencia y pasión vehemente.
Tus manos se han apoderado de mis cabellos, y tiran de ellos sin clemencia alguna.
El calor de nuestros cuerpos, exaltados en desenfreno, hace que el agua de lluvia, que previamente nos había empapado hasta los huesos, se evapore casi por completo.
Sin notarlo siquiera, ya estoy dentro de ti. Y tú estás gimiendo, clavando tus uñas sin compasión en mi espalda y desgarrando la piel de todo mi cuerpo.
El ruido de las gotas de lluvia que caen incesantes sobre el techo, apaga un poco el sonido de nuestros jadeos.
Igual, nada nos importa ya... mas que nosotros mismos, y este momento de pasión única que estamos viviendo.
Al llegar el éxtasis placentero, sentimos que mil rayos han partido en dos el firmamento, y que ya no es lluvia lo que cae, sino un diluvio entero.
Tomamos aliento... Acomodamos nuestras vestimentas, riendo...
La lluvia cesa, nuevamente es todo silencio...
Y entre las nubes, poco a poco, la luna llena se abre paso, y sonríe al mirar nuestros rostros satisfechos...