Murió triste aquella flor
que un desalmado cortó,
y todo para un amor
que hasta el alma le robó
dejándole cruel dolor.
Espera...dijo; infiel,
si decías tu adorarme
cuando tallabas mi piel
y pretendías guardarme
para adorno en capitel.
Calladamente entre brumas
mis pétalos salpicabas
de rocío que en espumas,
con tus manos enjuagabas
y exquisiteces perfumas.
¿Quien te siente como yo?
¿quien apacigua tus penas?
¡nadie jamás te besó
-se oía un susurro apenas-
cuando la flor se murió!
Por: Alejandro O. de León Soto
Tijuana, BCN. MÉXICO, Agosto 27/16