Todas esas palabras tóxicas
ese dolor, ese rencor
se guardaron en mi ser,
hasta que todo explotó.
Pequeña se hizo mi alma
al estar expuesta al cansancio de vivir,
encerrarme quería del exterior,
ser invisible para los gritos hirientes
y las manos salvajes.
Mis pies ya no podían seguir,
mis ojos ya no podían llorar,
lo único que quedó
fue mi cuerpo rodeado de oscuridad.
El punto límite de la vida
la desgracia llega en un cielo nublado,
la tortura en forma de truenos amenazantes
y la deseosa decepción cae como tormenta.
Queda sólo un cuerpo devastado.
Creí que sólo las flores se marchitaban,
pero el tiempo de espinas
me enseñó que la mente atormentada, también se marchita.