Agrupo palabras
que orbitan alrededor
de mi estresada cabeza
intentando dar un sentido
al escrito, a lo escrito
pero no consigo alcanzar
el objetivo deseado.
Suelto el lápiz, arrugo
el papel haciendo una bola
y me echo a dormir,
y es entonces
que sueño que facturo
el poema perfecto.