El gran ave de la jungla
me observa sin saber qué soy.
El gran pájaro imbécil
se come sus parásitos
y se hiergue sobre sus dos patas
largas y torpes
balanceándose de allá para acá
emitiendo graznidos de infinita estupidez.
Tan sólo mi agudo ojo estético
y mi magnífica Canon
lo transforman en un ser majestuoso
volando en cámara lenta
con sus maravillosas alas de papel japonés.
Cundo termino de filmar
editar y agregar la banda sonora
con el melancólico adagio de Vivaldi
me siento a esperar a que me paguen
por mi fabulosa obra de arte
sentado en un rincón de mi oficina
rascándome la cabeza
y comiéndome una banana.