Era un hombre que
había sobrevivido a
muchas soledades sin envejecer
sin contar los días
no había advertido el tiempo
tampoco en los demás,
al encontrar sonrisas virginales
o descubrir inocentes juegos olvidados
sin embargo, aquel invierno repentino
que pobló sus cabellos le recordó
su caducidad, algo normal e inevitable
pero detuvo el paisaje un instante
y vió que los árboles ahuecádos y rugosos
servían de refugio a las palomas.
Era un hombre sorprendido por la nieve
y la ceniza, paseando por alamedas lejanas
y acogedoras donde se mezclan las voces
y el viento.