Por qué hiciste de ese barco húmedo
tu refugio insospechado, inesperado.
Por qué te fuiste, volando, con alas de piedra.
Ayer, sólo ayer, caminabas por mi jardín sin bastimento y desprevenida
ayer, no te importaban los minutos de sangre
derramados por tu reloj inclemente.
Admiro tu serena frivolidad.
Ven, acaricia el vínculo que nos unía con ironía feroz
la tierra se abre a nuestro paso
como hurgando en sus entrañas
las semillas que una vez sembramos.
Pero sólo brotan tristezas con olor a cuerpo tuyo
y yo, y yo que espero en los vértices de los caminos secos,
desmayo de tanto sol, de tanto viento enojado con las flores
y salto por el breve sonido del crujir de tus pasos.
Reconozco desde lejos tu cuerpo lleno de espumas frías
y hoy, en esta cima de inerte visión, estoy incólume
desde el sur, desde el cielo, desde la espina que me hiere.