Que mis palabras sean al viento
lo que las olas son al mar,
que mi voz persista en tu memoria
igual que persisten las estrellas en la noche,
que el silencio calle para siempre
y sólo se escuche este eco de mi pecho
palpitante por sentirte entre mis brazos.
Miro al cielo y sólo puedo ver
tus ojos,
espejos de día y reflejo de Luna
en la noche,
luz de esperanza, de sueños,
comienzo de una nueva vida.
Pasa el tiempo y noto
cómo el amor descansa en mi regazo,
aguarda esperando a que te lea
estos versos que son disparos a la nada.
El tiempo pasa y el olvido asusta.
Quisiera poder decirte
lo que mi alma en callados gritos
te ama.
El olvido asusta pero asusta
aún más este silencio en el que
poco a poco me marchito.
Soy aquella flor que en la vereda
se vestía con gotas de rocío
hoy sólo lágrimas de una niña,
y bailaba al son del viento
mirándose en aquel río
de cristalinos recuerdos.
Pero ahora no hay viento
ni rocío en mis mañanas y
el río dejó en su cauce
solamente una gota de agua
que clamaba en su llanto
tu nombre.
Entiende esta agonía
en la que me hallo presa.
Estoy encadenada al castigo
de tener que amarte
hablando palabras mudas
que escribo en versos necios.
Ante ti sonrío
y ante la soledad es ella
la que sonríe cuando ve mis lágrimas,
las mismas en las que lentamente
me voy ahogando.
Es una paradoja
que seas mi mal y mi bien,
que en ti encuentre mi luz
y mi sombra,
el rumor y el silencio,
que mi poesía sea tu reflejo
y tu reflejo sea indescriptible poesía.
Por eso sólo quiero pedir,
para que ya nada me impida amarte,
que mis palabras sean al viento
lo que las olas son al mar,
que mi voz persista en tu memoria
igual que persisten las estrellas en la noche,
que el silencio calle para siempre
y sólo se escuche este eco de mi pecho
palpitante por sentirte entre mis brazos,
estos brazos que duermen
acariciando tu alma entre suspiros.