Adrian Labansat

TIA ISABEL

 

Sus ojos se hicieron el mar que no recuerda,

sus palabras de sal aguardan en la escalinata que lleva  a los océanos donde se extravió.

 

Perdió otro día, debió haberlo dejado junto al día anterior o en alguna parte, reviso en sus camisones, el monedero, se apresuro al espejo para saber quién era, pero su nombre se le ha goteado por el hueco del fregadero, no se reconoce entre la multitud de papeles que colecciono toda su vida,  esas hojas con la que se fabrico su piel, su semejanza.

 

Los retratos se quedaron vacios, apartó mis secretos, olvido cuanto la amaba, nos dejo ausentes en alguna parte de su memoria, junto al paraguas que no volverá a usar porque ya no sabe que es la lluvia, ya no podía decir lo que quería, las palabras que había recorrido tantas veces las había arrinconado, ahora son sitios extraños para el miedo, sabía que algo malo le estaba pasando, estaba triste, todo le fue venciendo, intento salvarse a sí misma, hasta  extraviarse en los rincones de su ser de los  que no regreso nunca.

 

He recorrido días buscándola

sin saber a dónde dirigirme, ni como recorrerme en su memoria

le encontré vagando en sus huidas

perdida como se pierden  los objetos.

 

Estas nubes que ensombrecen se han quedado,

ahora  busca en los rostros  su memoria muerta entre mis manos

territorio en el que se ha exiliado de todos.

 

He vuelto a buscarle para jugar con los rostros

pero todo ha naufragado en su pecho,

todo está disuelto entre sus vestidos.

 

He cerrado la ventana de su cuarto,

heredo este sol frío, esta tarde en donde ya nada nos une,

esta memoria conmovida en medio de sus cajones donde aun se busca desandándose de sí misma.