Entretanto ciegas la posibilidad de maltratarte al instante.
suavizas el tacto en negro y blanco sobre la hiedra helada.
deshechas cualquier tequiero propicio para salvar el alma.
decides tranquilo que el tiempo se desate sin tregua.
Llenas los campos de amapolas sin polen, vacías los nichos
llenos de esperanzas perdidas en polvo.
Te desganas ante el pensamiento oscuro del recuerdo
que maldice en ciernes el paso de lo eterno.
Voceas al aire palabras sin verbo, despiertas del letargo
a la dulce marmota que en sombras espera el nacimiento
de la próxima primavera, escribes versos que se desperdigan
en el aire como el vilano rojo de la acacia veraniega.
Prefieres el talvez de lo incierto que el pájaro en mano
de la caricia, deseas que tu cuerpo se quiebre en ramas
verdeantes que se aferren a la sucesión de círculos concéntricos
de un tronco centenario.
Respeta el ph de las lágrimas del que te vislumbra en fracaso
desde una posta del camino, pídele encarecido que te desvele
el secreto del oráculo que se desprende del efluvio de los siglos.
Considera siempre cualquiera y único tu reposo del guerrero.