monique ele

Entre el Was y el porno...

 

Tengo un amigo que vive pendiente del WhatsApp. Sus risas, sus lágrimas, sus conversaciones, sus lecturas… todo le viene desde la pantalla del celular; o en la oficina, desde la pantalla de la computadora. Pasan cosas muy curiosas en este mundo de salvaje tecnología. Y así fue como un día le ocurrió algo extraordinario: fue abducido por el WhatsApp mientras compartía alegremente con un grupo de amigos. Al segundo se encontró preso de una aplicación. Sus amigos lo veían y no comprendían qué raro truco virtual habría realizado para interactuar con ellos desde dentro mismo del grupo de Was. El hombrecito-Was golpeaba y golpeaba la pantalla de celulares y computadoras. Atrapado, gritaba hasta quedar afónico. Sus amigos lo miraban al principio con asombro, luego entre risas, creyendo que se trataría de una broma; hasta que la desesperación del hombrecito los fue ganando en tanto se sucedían las horas. Al menos lo proveían de suficiente comida y bebida de todos los emoticones, aunque pobre de él cuando sus amigos estaban ocupados y por horas se pasaban sin revisar el grupo. Debía pedirles sus canciones favoritas, las tapas de los diarios, los videos más divertidos pero lentamente advertía cómo su pequeño mundo comenzaba a ignorarlo. Llegó un momento en el que ya nadie saludaba, solo le mandaban comida y bebida de vez en cuando pero como no se ponían de acuerdo previamente, de repente recibía una lluvia de manzanas o mucha cerveza y nada de jugo. Y así, poco a poco, se fue malhumorando. Hasta que la pantalla de la computadora le trajo una sorpresa en forma de virus. Desde una página porno, una señorita lo invitaba a conversar cada día a las cinco y media. ¿Qué más podría hacer? Comenzó a conversar con la niña en calzones de la página porno, la que cada tanto le mostraba la rayita del trasero como quien regala sonrisas. “Esa debe ser la sonrisa vertical de la que tanto hablan”, pensó; mientras rogaba que a nadie se le ocurriera recurrir a un anti-virus para eliminar a su única amiga. Y así, entre emoticón y emoticón… entre rayita-traste-rayita… fue naciendo el amor. “El amor te encuentra en donde uno menos espera”, reflexionó. Y todo hubiera sido perfecto; sin amigos y con ella… con WhatsApp, porno y emoticones… sí, sería perfecto; si la alarma del celular no lo hubiese despertado…