¿Qué tiene de especial sentarse en una plaza cercada de naranjos
mirando a las estrellas, esperando que transite alguna para poder
desear?
¿Es necesario que se abra una sima entre los pies para que huyamos
de lo cierto a lo fascinante?
¿Podemos mirar de frente al que nos mira torvamente hasta que
penetremos en lo más hondo de sus entrañas sin que nos precipitemos
al abismo de la miseria?
¿Te gustaría que el sol bajase hasta tu puerta una noche de verano
para contarte historias de la noche de los tiempos?
¿Por qué a veces nos gusta que nos seduzcan con la mirada
a pesar de que solo nos quede el escalofrío de despedida que nos
araña hasta el desgarro el alma?
Yo... solo era por preguntar.