Eterna celestina más bella que ninguna,
Cela la luna los besos que me diste anoche,
Pàlida luz, curiosa, filtrada, inoportuna,
besa tus ojos, sonríes, finges un reproche.
Voz cristalina, sutil, cautivadora,
Voz que en el templo a la deidad adora.
Ojos de plata, de piña
y aceituna
Rozas el piso al caminar como no hay una.
Postra mi dicha los ojos a tu encanto
Late en mi pecho el amor, se olvido el llanto
Nunca pensé adorada amarte tanto
Tiré mi escudo y mi lanza al camposanto.
El viento lleva entre su suave brisa
En ala ardiente tu sensual sonrisa.
Llega hasta mí y enamorada besas
Con tal pasión, con renovado brío
Con tal fervor que me produce frío
Que a perder su alma tentaría a un santo.
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