.Luz del alba.

Oda a tu cuerpo

Muchacha que a tus ojos engañas

cuando dices que esa fealdad que vistes

son las negras dalias de un jardín marchito

nublado por oscuras y sombrías palabras

que llevan a tus cauces ríos de amargas verdades,

cierra esos luceros de tristes sollozos

mientras mis versos desnudan tus complejos

e iluminan tu grandioso cuerpo.

Ojos de tímido marrón,

cuyo llanto en gritos mudos

se lamenta por no ser otra,

volved a mirar de nuevo el espejo

y veréis los campos

donde la tierra se peina

con el rumor del viento

y en su lecho duermen los besos

que el dorado trigo

en vuestro iris pronuncia.

Sonrisa de inocente

y blanco jazmín que su color oculta

y va creciendo entre alegrías

que otros tratan de empañar con envidia,

deja que el brillo irradie

lo que otros demostrar no pueden,

que en ti la sincera Luna

amanece con el Sol de tu mirada

y tu cantar de dulce sílfide.

Aparta de ti esos brazos

con los que ensombreces tus miedos

y deja que ese fino vello

que todo tu cuerpo cubre

se deje acariciar por la leve brisa

que los suspiros de quien

tu belleza contempla exhala.

Que yo no soy clavel ni rosa

que con rubor carmesí te mira

pero mi pluma que a tu ser admira,

no deja de escribir ese atractivo

que tu interior suscita

y como un reflejo de cristal diáfano

en tu cohibido porte se pinta.

Que yo no hablé nunca

de un cuerpo modelo

que otros tratan de arraigar

en el pueblo

y como fieles que su religión persiguen,

sus pensamientos disfrazan

de figuras que no existen.

Con engañosa publicidad te dicen

que en este talle transformar

tu ser debes,

que esa inseguridad que en ti emerge

no es el anuncio que se fija

en tu mente

sino tu cuerpo que en el cliché

no encaja.

Ante mi semblante y el de muchos

que no saben de ficticias normas,

es tu imagen de diosa un hermoso templo

al que en mis letras rindo culto,

y me atrevo a dibujar en versos.

Muchacha que a tus ojos engañas

diciendo que vistes negras dalias,

permíteme que alabe tu atavío de alhelíes

encarnados

de belleza eterna,

y que esos parches que tu mirar ciegan

quitar debes para darte cuenta

que no hay palabra dañina que

en tu cuerpo asome

porque en tu cuerpo sólo existe poesía.