Verdes eran tus ojos, mi pequeño.
Rocío de mi alma porque solo
con bruñido fulgor nos sonreía
del dulce trino alegre de las aves.
Si supieras la herida... Porque sufro
el eterno suplicio en frías horas...
Al saber que tendré la soledad
que un día me robó toda la calma.
Distante con mi llanto sin destino
siempre busco tus besos tan en vano.
Cercada voy de pena por negrura.
No sé si llegarán... Si acaso surgen
los latidos finales del debut
en su aullido de dolor como loba.
Amalia Lateano
Derechos @