El Divorcio
A nadie quiero le pase
eso que a mí me pasó,
y creo que ni aún yo
lo tengo bien entendido;
pero si a alguno la muerte
le llevó a un ser querido,
o peor, un accidente,
de esos que ocurren tantos,
le quitó mujer e hijos,
puede que llegue a entender
qué cosa es este negocio
y comprender de qué hablo,
cuando hablo del divorcio.
Muy pocos quieren hablar
de esta horrible experiencia,
unos para no llorar...
y otros por su conciencia.
Pues la culpa y la vergüenza,
que desde adentro acusa,
ahogan en el silencio,
negándonos la esperanza;
pues, puestos en la balanza,
sentimos que todo el peso
de nuestro error y pecado
nos acusa y condena
a una vida en que la pena
es nuestro diario bocado.
Yo tenía una mujer,
unos hijos, una familia
y ese hogar ganado
con el sudor de mi frente,
se me esfumó de repente
y se quedó en el ayer,
en un tiempo recordado,
que se aleja acelerado...
y el presente sólo es lucha
por olvidar el pasado...
¡y sin conseguirlo hacer!
Hoy recuerdo arrepentido
las caricias que no di,
las flores que no compré,
el halago que no hice
y el beso que no prendí
en esa boca amada,
que a mis hijos besaba:
¡cuántas veces no besé!
¿Por qué se enfría el amor?,
¿por qué se aquietan las manos?,
¿por qué el cariño no damos
y a veces sin darnos cuenta
siquiera, tanto mudamos?
No valen ya los lamentos
ni el estar arrepentido,
cuando está todo perdido;
porque uno está bien sabiendo
que, aunque culpemos al otro,
¡todos salieron perdiendo!
Los hijos, ¿qué mal hicieron?,
¿no era que los amaban?,
... ¿cómo es que pudieron
destrozarles su morada?;
¿hasta qué puntos cegados
por su egoísmo estaban?...
¿no vieron que los marcaban,
para siempre, en desamor?
comprendiendo o no qué pasa,
lo que sí, muy bien comprenden
¡es su profundo dolor!
¿Cómo les explicarán ahora
que papá ya no está más...
o que mamá se ha ido
y a dormir no volverá?...
¿entenderán estas cosas
sus mentes pequeñitas?,
y, ¿qué harán sus manitas
con las caricias que tienen
para papá o mamá?...
¿dónde las guardarán?
Y: ¿de qué sirve llorar
o lamentar lo ya hecho?,
ropa, comida y techo
o riquezas de la tierra
o placeres, ¡nada puede
compararse al hogar!
Y si tú estás casado
y, seguro, con problemas,
(porque no hay quién no los tenga)
y la idea del divorcio
se cruza por tu cabeza,
te ruego por un momento
que me prestes tu atención.
Y no apelo a tu emoción,
sino a tu inteligencia,
(y tal vez a tu conciencia),
para que tengas noción
de que cosas pasarán;
para que no te engañes
creyendo que acabarán
tus pesares y problemas;
sino que después las penas
y problemas que tendrás:
¡esos sí que serán grandes!
El principal es la culpa,
porque el pecado acusa
y nada puede igualarse
al hogar y a la familia;
así que no hay placeres,
distracciones o trabajos
y aunque a otros abraces:
... ¡vacíos tendrás los brazos!
No te pierdas, te aconsejo,
lucha y sigue luchando,
cualquiera que sea el caso;
... y aunque no puedas vencer
la dificultad que sea
y aunque en la pelea mueras,
dirán de ti que has peleado,
¡es mejor un padre muerto,
que un padre divorciado!
No creas que el que te habla
no sabe qué cosas dice,
pues aunque algunos se piensen
que romper es solución,
yo que tengo mi hogar roto,
te confieso, con dolor,
que la cosa que rompemos
¡es a nuestro corazón!
... Y matamos nuestros hijos
y nunca, por más que hagamos,
hallamos felicidad...
los días son muy amargos...
las noches no tienen paz;
piénsalo otra vez, te ruego...
¡No te quieras divorciar!