Anoche,
el silencio nos hablaba,
susurraba
que el amor alivia las penas.
Mis manos,
al pasar por tu cuerpo,
suavizaban tus penas,
calmaban tu dolor.
Nuestros cuerpos
se reencontraron,
nuestros químicos se activaron.
Tu piel y la mía,
se fundieron
en el amor y la pasión.
En lo profundo del ser
nos reconocimos;
eras
esa pequeña flor
con su fragancia inconfundible
humedecida por la ternura;
eras
tierra mojada
por la lluvia del amor.
Eras tú, la de siempre...