Vestigios de furia en su alma bravía,
que se inquieta,
que se descontrola,
que lucha, así esté en agonía.
Pujante mujer, con fuerza de sobra,
que nada a contracorriente
mientras avanza en su día.
Pequeña, trigueña y de feroz simpatía,
La veo y entiendo a la rebeldía.
Pujante mujer, valiente sin duda,
aunque a veces la embarga la melancolía.
Entonó firme, fuerte y claro
las palabras que le pusieron cimiento a mi vida.
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Que dicha tengo, risueña señora,
que desde que la conozco pueda llamarle: “madre mía”