Aún veo aquel vestido verde
Su piel blanquísima
Y Su mirada ausente
Recorriendo altiva la calle
Estirando como una línea curva
Su nívea nuca
El claroscuro de sus superficies
de sus volúmenes y formas
sus hombros desnudos de mármol
su casi inapreciable respiración
Su mirada oscura
Honda como una tumba
Nada se veía en ella
Nada se intuía tras
La realidad que se reflejaba cóncava,
cambiante en su iris inundado
de noche cerrada
Su mirada (¿de inocencia?)
perdida
En sus ojos oscilaban dos
arco iris de grafito negro
Sus párpados pesaban entornados
No risueños, pero sí soñadores
No de este mundo, pero sí reales.
La palidez mortal de sus carnes
El contoneo de su falda
Que hinchaba el aire
Que movía el baile
De sílfides y hadas
Había algo triste en su forma de mirar
de caminar
de amar
como supongo que amaría
pero me llenó de la esperanza
de quién ve brotar el verde
entre las últimas nieves.
Verde como los campos
Que ya no ven el Sol
Campos de pliegues
convulsionando
estremeciéndose
en sus alegrías y sus llantos
en sus besos y sus abrazos
Todavía los recuerdo, chica del vestido verde
Junto a ti descendieron
En una caja de contrachapado
A lo hondo del cadalso
En el que el mundo se convirtió sin ti
Aún hoy en la profundidad del armario
Asoma tu esmeralda entre mis harapos
Al son de las músicas y los silencios
De los violines y los chelos
Como giraba y caía el vestido verde
Como rodeaba de prado y de valles
El lecho de tu pecho.
La nieve de tu talle