En el comienzo de los tiempos animales,
las aves conquistaron la vastedad de los cielos,
coloridas, simples, inofensivas y sangrientas,
libres, etéreas, fugaces, plenas de sol y viento.
El mar y su volumen. Los ríos con su música eterna.
Las fuentes de agua dulce con sus Xaras, sus cangrejos,
con sus algas, su irupé, sus totoras en flor
y sus coreografías de miles de peces en cortejo.
De las extensas llanuras y planicies de la Europa
surgieron libres y feroces, de los perros, sus ancestros,
luego, dominaron las pampas de la América toda,
quebrando, cual tormenta, con aullidos, los sonidos del silencio.
En los bosques y su altura, en la selva y su espesura.
Por las noches, sigilosos y certeros,
con la paciencia la luna cuando es nueva,
instauraron los felinos, su ambicioso reino.
Entonces llegó el hombre con su aura de conquista
su supremacía ante las bestias, su dominio, sus derrotas,
su razón de libertad y su exterminio.
Y a la esclavitud animal… llamó mascotas.