El dardo de la infamia hiere la pupila
y la deja ciega sin lograr matar la lagrima que
llueve en el cuerpo de la esperanza,
va rodando en acuoso líquido,
en caída humedece la tierra que abre sus grietas
y germine la ilusión y broten rosas de colores
matizados en primavera,
el labriego goza en felicidad eterna cuando la
humedad cubre sus cultivos que mitigan el hambre;
en donde el dolor se viste de fiesta y pueda cantar
sin el temor de los conjuros de la tristeza y el llanto,
el dolor sin una ínfima escalada de protesta de ver
la madre que en ternura vive, cuando su niño,
seca con el dorso de su angelical mano sus lágrimas;
cual madre no derrama lagrima alguna por el hijo
que fallece, si este tendrá la tranquilidad en lo
infinito de lo desconocido y lo inmortal,
cuando aquí entre los mortales vivió los
embate de la desazón y el sufrimiento;
que la duda razonable no convierta en utopía el deseo
de que el hombre empuñe sentimientos en etéreo color al
inmolar amor que destruya el odio…el egoísmo y la traición,
y la ley conjugue la posibilidad de la igualdad,
borrando su absurda vestimenta falsa en que
cautiva a los ingenuos transeúntes con la misma canción,
y en desavenencia de un pretérito doloroso no melle la razón,
¿Cuál sería la razón de la dimisión al llanto?
Que la certeza de la razón sea el escudo entre la locura y la cordura,
vencer los murmullos y fantasmas del pasado y
que la perennidad de los deseos sanos permanezca
en el indiviso llorar de lágrimas de alegría y no de tristeza
como un reflejo innato de la humanidad.
---- ROMO ---- 2016 --- COLOMBIA