Medellín, septiembre 04 de 2016
Casa Madre: 10:00 P. M.
Aun estando pequeño, salir de casa solía,
y no pedía permiso, pues libre yo me sentía;
cumplir debía una cita, con tantos buenos amigos:
¡en las afueras del pueblo, y allí no había testigos!
Se instalaba el escenario, del bosque allí en su espesura,
venían acudiendo todos, con sus cantos o en figura;
a lista iban respondiendo, en notas muy afinadas:
¡lo hacían otros saltando, en orden, grandes manadas!
Silvestre era el auditorio, petirrojos y sinsontes,
canarios y carpinteros, presente en pleno los montes;
a mí las liebres llegaban, también presentes se hacían:
¡olfateando las ardillas, y así me reconocían!
Otras especies menores, saltaban sobre la grama,
lagartijas, saltamontes, algunos escarabajos;
y arriba casi escondido, oculto tras una rama:
¡nos observaba un mochuelo, llegaron muchos tinajos!
En gran camaradería, discurría la función,
con armonía total, su presencia reportaron;
las viandas fueron servidas, empezó la deglución:
¡de muchos frutos y bayas, los comensales saciaron!
El día entero avanzaba, y no advertía la cuenta,
que nadie creía en casa, en dónde yo me encontraba;
entonces ellos sabían, que el amigo se ausenta:
¡montaban toda una orquesta, feliz allí les dejaba!
De noche ya con la novia, eramos ambos infantes,
pletórico de emoción, mil cosas le revelaba;
algunos años crecimos, unidos cual los amantes:
¡sabiendo fieles y puros, que casto le contemplaba!
Así aprendí la inocencia, mezclada con la belleza,
y fue el almizcle perfecto, que en mí quedó como herencia;
aquellos días de ensueño, vividos con entereza:
¡metido adentro en la jungla, me dieron la quintaesencia!
JAIME IGNACIO JARAMILLO CORRALS
Condorandino