La daga se hacia luz
en la mano de Celestino Cepeda
y los cruces
salpicaban destellos
en los choques del acero.
A la hora de brujas y de duendes
en las venas oscuras de la noche
navega la puñalada
con tentaculos de crudo miedo.
¡Ay luna que mira la entraña abierta!
¡Ay noche de dura sangre!
!Ay muerte que canta pena!
Añejado entre aprontes y partidas
de compadritos y malevos
cuando la ocasión llegaba
para Celestino Cepeda
salia como rayo de su cintura
la daga de Toledo
con alma arrabalera.
A la hora de brujas y de duendes
¡qué rápido era el puntazo!
del cuchillo de Cepeda.
Lucía seda al cuello y saco cortito
negra y como a la cachetada
le brillaba lacia la melena
y taconeaba botines de punta
taquito y charol.
Para el caso lo mismo era
cualquier caudillo que fuera
la lealtad al que servia
era su bandera.
Estaban entre el malevaje
sus amigos
y lo respetaban por su fidelidad
los que a ese tiempo seguia
y por su guapeza los del otro lado
cuando enfrente lo tenian.
Despreciaba la muerte
y desdeñaba las cortadas umbrosas
que tantas veces lo acecharon.
Con frialdad y con alivio
esperaba el puntazo o la bala
para que el infierno
se lo lleve.
En oscuridad sin nubes
alguna noche vio la luna
con sangre de otro
goteando en la penumbra
ja daga de Cepeda.
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