-¡Ya no ames, sólo ilusionas!
-Tú no perdones que ya no funciona.
-Enmudece amor, sólo provocas tristeza.
-Detente perdón que perdiste la cabeza.
-¡No engañes! ¿Por qué mientes?
-¡Cómo finges, si tú ya no sientes!
-Eres el martirio de la vida.
-Nada cambias, sólo remueves la herida.
-Te detesto, me generas más trabajo.
-Y tú, hacia el desierto muestras un atajo.
Mientras el conflicto entre el perdón
y el amor se hace grande,
el odio entra en acción
convirtiéndose en gigante.