Quiso la cepa poseer el racimo
que de una rama asomaba coqueta.
Acercó su mano nervada de ansias,
ungió de savia su lozanía traviesa.
Quiso volar aquel tallo a su cepa,
desnudar su párvula copa en quimeras,
cuando su trémulo llanto inundó su pecho,
supo que era impúber su frondoso deseo.
Vendimias vivieron embriagados de soles
haciendo crisoles al racimo colmado.
Naciendo nidos indómitos y divinos,
sigue el embrujo entre la cepa y el racimo.