El huracán que rebosa la rabia arrebatada,
que destruye los restos de amor pujados a los carroñeros.
El fuego que aviva la llama del desesperado es apagado
por los interesados del silencio.
Los libres, condicionados al mismo silencio para el mantenimiento
de su situación.
Y los esclavos, habrán hecho pública su opinión,
pero encerrados por la oposición.