Me despierto en la mañana, salgo feliz de la cama,
me canta la caladria, parada en la ventana.
Salgo al patio a tomar mate, en mi huerta de tomates,
un cuis sale de su cueva, roba uno y se lo lleva.
Los rosales están de fiesta, salió el primer pimpollo,
espera ansioso el colibrí, libar su néctar de oro.
Allá arriba, en el tejado, hace su nido un hornero,
mientras en el árbol gigante, se posa un benteveo.
Trinos y trinos celestiales, regalan las aves singulares,
cantan en total libertad, saludando amaneceres,
La paloma de la paz, trae una rama de olivo,
¡¡No nos vayan a enjaular!! parece que lo pide a gritos.
Allá lejos en su jaula, está dormitando un león,
¡cómo quisiera él estar, unido a la diversión!.
Los monitos saltarines, miran por el enrejado,
a ellos tampoco les gusta, estar tan enjaulados.
El gorila fortachón, llora lágrimas vivas,
quiere volver a su selva, tan lejana y querida,
quiere trepar un árbol, sin que nadie lo impida,
encerrado no quiere estar, mejor morir que esta vida.
Los pajaritos piadosos, los van a visitar,
y con divertidos acordes, alegría les van a dar,
Todo un concierto de aves, cantan con su alegre trino,
viven su libertad, como regalo divino.